El cisne de Rubén Darío alertó sobre el imperialismo colonial gringo

El centenario de la muerte de Rubén Darío es una buena ocasión para releer sus poemas, ahora que parece haber decaído el interés por ellos entre las nuevas promociones poéticas españolas. Y facilita la disculpa para comentar uno de sus poemas más difundidos, por la belleza de sus versos y por la naturaleza de su contenido, eso que antes se conocía como el mensaje, dirigido a motivar a los lectores que no desean limitarse a disfrutar de las palabras acertadamente encadenadas.

 

Se titula el libro con una triple mención: Cantos de vida y esperanza, Los Cisnes y otros poemas, fue impreso en Madrid en 1905 por la Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, y la edición estuvo al cuidado de Juan Ramón Jiménez, lo que era garantía de delicadeza y buen gusto. Es uno de los títulos más destacados en la bibliografía de Rubén, para muchos el más importante, y no faltan motivos para esa creencia.

 

Uno de ellos se encuentra ya en el prólogo en prosa colocado como un aviso al frente del libro. Su intención es aclarar que en los poemas siguientes había manifestaciones políticas, y señala especialmente al inspirado por el entonces presidente de los Estados Unidos de América, Teodoro Roosevelt, pero además ofrece una confidencia para comprender que el autor obedecía a una inspiración estética sin duda al escribir, aunque seguía otras motivaciones menos líricas y más comprometidas con la realidad, en las que se agazapa el mensaje:

 

Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y si encontráis versos a un presidente, es porque son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable); de todas maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter.

 

La protesta fue leída entonces y durante un siglo largo, sin poder evitar que la profecía se cumpliera y acabáramos siendo si no yanquis, sí vasallos de los yanquis todos los que nos expresamos en el mismo idioma de Rubén, en ambos lados del océano. El poeta habló en español como un profeta, los críticos literarios alabaron su estilo, se entendió su mensaje, pero unos versos no son capaces de impedir la invasión de los marines gringos, cuando los países agredidos carecen de unas fuerzas militares para enfrentarse a ellos en igualdad de condiciones. Ya había empezado la colonización imperialista de Hispanoamérica cuando fue escrita esa admonición, y con el paso del tiempo no hizo más que multiplicarse.

 

Preguntas a los Cisnes

 

El poema que importa destacar ahora, titulado “Los Cisnes”, manifiesta una advertencia semejante. En realidad Los cisnes había estado anunciado como un libro independiente, pero en 1905 Rubén lo agregó a los Cantos de vida y esperanza, con la añadidura de los Otros poemas, como tres secciones de un único volumen, cada una con su propia numeración: “A Roosevelt” es el octavo poema de los Cantos, y el titulado “Los Cisnes” es el iniciador de la sección con ese mismo título.

 

Comienza invocando a un Cisne, con esa inicial mayúscula reservada para los nombres propios en castellano, lo que da lugar a variadas interpretaciones sobre su identidad, que ahora no interesan. Después se dirige colectivamente a unos Cisnes igualmente con inicial mayúscula, y les plantea unas preguntas. El motivo se deduce del verso inicial, en el que pregunta por el significado del signo representado por el cuello encorvado de los cisnes, tema que originó una cargante sucesión de poemas. Puesto que el cisne materializa una interrogación con su cuello, inquiere por la adivinación del futuro reservado a los hispanohablantes:

 

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?

¿Callaremos ahora para llorar después?

 

No quería callar mientras se expresara en español, para prevenir a los lectores sobre la invasión de “los bárbaros fieros” gringos, dispuestos a imponer la primacía de su idioma como lengua mundial. Lo han conseguido, y no solamente en Hispanoamérica, sino en todo el mundo, porque el inglés yanquizado, que no comprendería Shakespeare, es el idioma común de los negocios, en este planeta cada día más interconectado gracia a los nuevos sistemas electrónicos de comunicación social. Todo el sector financiero se expresa en inglés americano para realizar sus negocios. Millones de seres humanos, hombres y mujeres, se ven obligados a expresarse en el inglés de los gringos si quieren hacerse escuchar.

 

Nobleza de otros tiempos

 

En cuando a los nobles hidalgos y los bravos caballeros que hicieron la historia de España, aunque señalados como modelos por Rubén, no se diferenciaban mucho de “los bárbaros fieros”: conquistaron los territorios americanos, africanos y asiáticos a sangre y fuego, provocaron unas guerras tan cruentas como inútiles en Europa por motivos religiosos, y cuando no se dedicaban a combatir en el extranjero organizaron guerras civiles para arruinar al reino. Parece que no conocían otro trabajo.

 

No se comportaron como nobles ni como hidalgos ni como bravos ni como caballeros. Entre Hernán Cortés y Roosevelt no hay más diferencia que la época histórica con su armamento característico. Los conquistadores están siempre movidos por unas ansias de poder semejantes, en cualquier época y en cualquier espacio. Para conseguir sus fines utilizan la guerra, incluso el genocidio como solución final. Los manuales de historia contienen una sucesión descriptiva de guerras, con lo que se demuestra que la humanidad ha sido siempre inhumana, desde muchos siglos antes de que fuera descubierta América y empezaran a procrear los gringos.

 

La respuesta a esta cuestión es positiva, se le pueden eliminar los signos de interrogación: ya en el tiempo en que fue escrito ese verso no había nobles hidalgos ni bravos caballeros ni en España ni en Hispanoamérica, ni mucho menos en los Estados Unidos del Norte.

 

Una brizna de esperanza

 

Parece que Rubén ensalzaba a los españoles de tiempos pretéritos para humillar a los gringos de su época. Lo único que le importaba era no callar la denuncia, para así intentar no tener que lamentarse después. Sin embargo, era consciente de la inutilidad de su toque de atención, porque en otra estrofa posterior confesó su desilusión, “mientras siento una fuga de americanos potros / y el estertor postrero de un caduco león”. Los potros descendientes de los caballos importados por los conquistadores metaforizan a los hispanoamericanos de aquel momento, olvidados de sus derechos con resignación a su mala suerte, así como el caduco león es imagen de la España vencida, a la que solía representarse como una matrona opulenta junto a un león fiero. Después de 1898 el león se había convertido en un perrillo faldero que ni ladrar sabía.

 

Pese a toda esa descomposición histórica, el libro se titula Cantos de vida y esperanza, de modo que el poema tenía la obligación de apuntar una nota positiva como respuestas a las cuatro preguntas formuladas. En consecuencia, la estrofa final abre un resquicio esperanzador, porque un Cisne negro comenta que la noche oscura es anuncio del día inmediato, y otro blanco ensalza a la aurora inmortal. La salida del Sol se interpreta siempre como un signo positivo, y así figura en muchos modismos, de modo que es comprensible la utilización hecha por el poeta:

 

…Y un Cisne negro dijo: “La noche anuncia el día.”

Y uno blanco: “¡La aurora es inmortal, la aurora Es inmortal!”

¡Oh tierras de sol y de armonía, Aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!

 

El año anterior había publicado Rubén un libro de viajes titulado Tierras solares, impreso por cuenta del editor Leonardo Williams en Madrid. Era una recopilación de las crónicas remitidas al diario La Nación de Buenos Aires, en las que narraba las impresiones de sus viajes por varias ciudades. En esa época los viajes resultaban todavía incómodos, caros y por lo tanto reservados a una élite adinerada y sin obligaciones. Para Rubén esas tierras de Sol invocadas en el verso y en el título del libro eran las del Sur, resultado de sus andanzas andaluzas en 1903 y 4 por Málaga, Granada, Sevilla y Córdoba en España.

 

Al invocarlas como predilectas del Sol, el último verso resume que toda-vía quedaba  lugar para la Esperanza, con la inicial mayúscula igualmente. Fue demasiado optimista, como bien sabemos. Faltaban pocos años para que las bases militares gringas se adueñaran de España, con predilección por el Sur, en Rota y Morón. La profecía se cumplió inevitablemente. El perrillo faldero español se entregó sumisamente al colonizador gringo, porque así lo dispusieron sus dirigentes. Y ya no merece la pena ni llorar por esa triste situación en la que nos encontramos. Actuó con justicia Rubén al no callar lo que pensaba, pero no ha servido de nada su advertencia. Mejor dicho: sirve para contar con un espléndido poema nada más.

 

Por: Arturo del Villar